No se si estarán de acuerdo conmigo en que la seguridad, antes que un conjunto de tecnologías, cortafuegos, VPNs, claves, normativas, manuales o sistemas de gestión, es una sensación subjetiva basada en una percepción: la confianza, la tranquilidad. Verán porqué les digo esto.
El pasado viernes por la tarde, mientras tomaba café en un bar, me dejé olvidadas las llaves junto con la cartera, la cual contiene la dirección de mi domicilio. Aunque recuperé ambas cosas pasadas unas horas, cuando me di cuenta de la pérdida, aparte de hacer ciertas gestiones necesarias, lo cierto es que no me quedé tranquilo sabiendo que alguien podía haber hecho una copia de las llaves en el tiempo que habían estado desaparecidas; ya ven, malpensado que es uno. Así pues, pensé que lo mejor sería cambiar el bombín de la cerradura (lo que la persona sujeta en la foto), y consultando con un amigo cerrajero, me indicó que yo mismo podía cambiarlo; en efecto, es extremadamente sencillo de cambiar. Así que me puse a ello; quité cuatro tornillos y saqué el bombín, y pasé un par de días buscando un reemplazo: un bombín de 70 mm, dorado, simétrico y anti-pánico (de doble embrague, lo que significa que aunque te dejes las llaves por dentro sigues podiendo abrir por fuera).
Y al final lo encontré, después de bastante buscar: un AZBE HS-7. El problema es que inmediatamente me dió, curioso que es uno, por buscar en Internet sobre su seguridad, y eso me condujo irremediablemente a los foros de Lock Picking, personas cuyo hobby es abrir cerraduras (legalmente); algo así como un hacker físico, en el mejor sentido del término “hacker” (i.e., el original). Y en esas páginas no hablan precisamente bien de los bombines de AZBE; todo apunta a que son fáciles de abrir y no son especialmente seguros, y el HS-7 ni siquiera está en el tope de gama de AZBE. Por supuesto, leer algo así sobre la cerradura que va a poner uno en casa despierta ciertas inseguridades y dudas, y hasta me planteé acercarme a la ferretería y cambiar la cerradura por otra, que fuese mejor y muy probablemente más cara. Claro que también es muy probable que el ferretero no estuviese tan “puesto” en el tema como el personal de los foros, y fuese incapaz de asesorarme.
Pero antes de hacerlo, hice otra búsqueda, esta vez con la marca de mi actual cerradura, UCEM. Y resulta, no se lo pierdan, que es aun menos segura que la que voy a poner. Sin embargo, antes me sentía seguro, porque pensaba, en mi ignorancia, que tenía una puerta acorazada con una buena cerradura, cuando sí, tenía una puerta acorazada… y dejémoslo ahí. Pero ahora, con un bombín de mayor calidad, me siento más inseguro, lo que me trae a la cabeza ese eterno dilema que pregunta si la ignorancia da la felicidad. Maldita Internet, si no existiese…
Ante este problema, no he dudado en llamar a mi amigo cerrajero y consultarle sobre la seguridad del bombín. Y su respuesta es que cualquier cerradura que esté (aproximadamente) entre treinta y cincuenta euros es perfectamente válida para una casa; frenará a un ratero sin “experiencia”, pero una persona experimentada y suficientemente motivada para entrar, conseguirá abrir esa cerradura y muchas otras de gama y coste muy superior. Así que, como en tecnología, la conclusión final a la que llega uno es que la seguridad total no existe, y que hay que poner los suficientes medios para sentirse seguro a un coste asequible (porque la gama alta seguramente exija otro tipo de puerta, y eso ya es otra historia)… y no olvidarse de poner el pestillo interior cuando uno se va a dormir.
fuente: SecurityArtwork
Saludos
Dr.White
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